martes, 22 de julio de 2014

LA TIERRA DEL MORO


LA TIERRA DEL MORO

Del Libro “La Cultura popular del Litoral del Desierto” (Domingo Gómez Parra)


           En la época colonial, pese a existir un repartimiento de tierras y una encomienda que entregaban el territorio a un oficial español y también lo encargaban la misión de enseñar las normas y liturgias del catolicismo a los changos, el litoral era tan pobre que todos, la administración española y los particulares autorizados, demostraban escaso interés por estas comarcas y sus escasos pobladores.

           Sin embargo, un extranjero llegó hasta ellas, entusiasmado por la dura belleza del paraje y viendo la posibilidad de aprovecharse de la ignorancia de los changos. Así, les señaló que él era el propietario de esas tierras y el encargado de “civilizarlos”. Poco entendieron los changos, habituados a caminar por cualquier tierra y navegar por todo el mar, sin ocurrírsele que pudiese tener otro dueño que no fuesen los dioses que los crearon ni otro destino que servir a hombres y mujeres. ¿Cobrar, pagar, dueño?. ¿qué era eso?

           Escuchar al forastero y seguir viviendo igual que siempre fue algo simultáneo, natural, para los changos. Pero el extranjero se lo tomó en serio y comenzó a hacerlos trabajar violentamente, sin respetarlos como persona. Era un gran tirano que los golpeaba, casi no les daba comida y los alejaba de sus prácticas cotidianas.

           De cristiano no tenía nada el forastero, decían que ni siquiera era bautizado, por eso los changos le llamaban “El Moro”.

           Poco tiempo duró esta situación. Cansados con los abusos, los pobladores del litoral decidieron sacudirse de su yugo y regresar a su vida normal. Para ello, era necesario hacer justicia y castigar al tirano. Así, decidieron darle muerte y ocultar su cadáver en un lugar próximo a la playa, para luego abandonar el lugar.

           Dicen que así lo hicieron, con calma y sin grandes bullas, como eran los changos, ajusticiaron al moro y lo enterraron con las riquezas que habían logrado acumular. Cuando con el tiempo, llegaron otros extranjeros, preguntaron a los changos por qué no ocupaban dicho lugar. Estos, preocupados por el delito cometido y temerosos de que apareciese el tirano asesinado, sólo se limitaban a repetir unánimemente: Es Tierra del Moro.












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