LA PUNTA DEL VIENTO
(La Cultura Popular del Litoral del Desierto - Domingo Gómez Parra)
Los viejos pirquineros de la cordillera de la costa que conviven en un mismo espacio con los recolectores marinos (pescadores, mariscadores, buzos), en las escasas noches que comparten el trago y la comida, limando asperezas, sembrando la amistad, suelen entregar a los trabajadores del litoral, sus historias, sus temores, sus leyendas... Cuentan que... caminando por la rocosa costa taltalina, kilómetros para el sur (¿o kilómetros hacia el norte?) desde cualquier lugar, quedaba Punta del Viento.
Allí vivía una familia que se dedicaba a criar una pequeña tropilla de cabras que crecía o disminuía según fuesen los años: lluviosos o secos. El agua de la lluvia invernal corría por las pequeñas quebradas y caía saltando desde las altas paredes, para alfombrar los suelos con flores silvestres y algunas hierbas gigantes que servían durante meses, de alegres compañeras de los cactus candelabros y copados; a esos parajes la familia llevaba a pastear a sus cabras, para que les retribuyeran con leche, queso, carne o charqui. Sin embargo, en los años secos, la hambruna que mataba a los nobles animales, obligaba a la familia a buscar otros rumbos para sobrevivir.
Uno de esos años malos, hermosos pero malos, el anciano que hacía de cabeza de la familia desapareció por un tiempo, para regresar una tarde cualquiera con su fiel burro cargando las alforjas llenas de oro. Tras descansar junto a los suyos y coger algunos alimentos, emprendió el largo camino hacia Copiapó, donde vendería el oro. La nueva actividad resultaba tan rentable y mejoraba tanto la vida familiar que cargando dos mulas, cada cierto tiempo reemprendía el largo y fatigoso camino hacia Copiapó. Por allí, en la Punta del Viento, cerca del Cerro Blanco, el viejo y su familia construyeron su nueva vivienda. Los antiguos taltalinos dicen que esa parte se llamaba Barazarte.
Hasta La Serena, llegaron las noticias de la riqueza de antiguos pastores. Allí, donde el revoteo del viento devuelve los silbidos...Allí está el oro. Los forasteros serenenses llegaron a Barazarte en busca del socavón, que es la señal que ha puesto la naturaleza para llegar al filón de oro. Mal les fue a los serenenses, que tuvieron que regresar a su tierra con las manos vacías.
En Taltal hay quienes cuentan que han escuchado en su familia, cuando el calor de una sopa marinera ayuda a conversar y el tinto hace aflorar los recuerdos, que una señora hizo, hace tiempo, un pacto con el diablo. Un pacto de sangre y carne que le permitió conocer el secreto del filón de boca del diablo. Sin embargo, nunca más se supo de la Señora. Si alguien desea saber el secreto del filón de Punta del Viento, debe salir a recorrer las calles del puerto, una noche nublada, sin luna; cuando en medio del frío de la neblina sienta que un calorcito le recorre el cuerpo, hay que hacerse de ánimo para esperar a la negra figura que cortará la neblina, conversar con él, entregándole "sangre y carne" para que revele el secreto del filón, que se encuentra oculto en algún cerro, calle o casa de la Bahía de Nuestra Señora de los Desamparados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario